Las crónicas antiguas hablaron de ella en varias ocasiones y ya en el siglo
XVI se sabía de su existencia. Pero muy pocos la habían visto. Se trató, durante
siglos - y todavía realmente habría que considerarla así - más de una leyenda
que de una realidad contrastada. Sin embargo, algunos hechos, contemplados con
la perspectiva que hoy podemos tener, sobre todo si nos referimos a la fenomenología
OVNI, nos dan mucho que pensar. Entremos con mente abierta en el meollo del
asunto.
Resulta que en la zona de las islas Canarias, en diferentes lugares pero preferentemente
en las proximidades de la isla del Hierro, y a juzgar por los lugareños que
han mantenido la tradición de los sucesivos relatos acerca de su existencia,
de vez en cuando emerge, como por arte de magia, una isla nueva, mucho más pequeña
que las demás, y luego, en un lapso de tiempo variable pero que nunca se extiende
más allá de unas pocas horas, desaparece. Como si las aguas se la tragaran,
sin dejar rastro. Ninguna perturbación en la superficie de los mares, ninguna
agitación previa, avisa que el fenómeno se va a producir. No es predecible,
por lo tanto, el fenómeno. Y su hundimiento debe ser tan lento, tan majestuoso,
que las aguas no se inquietan en absoluto. Una isla mágica ésta llamada de San
Borondón, que ya conocían, y a la que probablemente rendirían culto - o por
lo menos asombro - los recios guanches primitivos pobladores de las Canarias.
Hay mucha magia en esas islas; de eso no cabe duda. Y sucede que, a veces -
y en Canarias con frecuencia - la magia se concreta en realidades fantásticas.
Los mitos se hacen realidad.
Durante el siglo pasado, la isla de San Borondón apareció, por lo menos dos
veces. Y nosotros hemos tenido la suerte de dialogar con un testigo de excepción
de la última: Machín Padrón, un hombre que fue capaz de guardar toda la isla
del Hierro en su corazón, y también toda su historia, sus leyendas y sus realidades.
Fue durante los años 50. Nuestro testigo informador fue avisado una madrugada
del prodigio por unos campesinos amigos suyos que vivían en la parte más alta
y más al norte de la isla. Lo despertaron - nos contó - para que pudiera contemplar
en medio del mar, entre el Hierro y La Gomera, una nueva tierra de la que los
más viejos guardaban el recuerdo. A caballo, ascendieron lo más aprisa que pudieron
hasta el lugar idóneo, al que llegaron ya con el Sol bastante alto. Era un día
despejado, sin nubes, y con una visibilidad perfecta.
Tuvimos la suerte de recibir de labios de Machín Padrón el relato de lo que
vio aquel día lleno de asombro. Y lo hicimos en el mismo lugar en el que él
estuvo contemplando los hechos. Desde casi los 2000 metros de altura en que
nos encontrábamos, el mar quedaba abajo, a nuestros pies, y a lo lejos, mas
perfectamente, se veían las islas de La Palma y Gomera.
Muy cerca, los acantilados que conservan valiosísimos petroglifos con los mensajes
que los guanches nos transmitieron en piedra, todavía indescifrados, y albergan
a una ya escasa población de lagartos, inmensos, oscuros, esquivos, restos de
una raza extinguida en todo el mundo.
Fuente:mpfiles.com
LA ISLA DE SAN BORONDON
7:19 p.m. by Guillermiux
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