Krubera


Krubera

por: A. Klimchouk
Fuente: National Geographic

Nadie había buceado en un sumidero cavernoso situado a semejante profundidad.


Krubera
A. Klimchouk
Lo mejor
Después que nuestro descenso se vio obstruido por un sumidero a 1,775 metros de profundidad Gennadiy Samokhin, miembro del equipo, se zambulló en el estanque buscando otra salida. Al emerger, no parecía muy contento. “Desciende diez metros casi en vertical, luego se estrecha repentinamente”, informó. “Es imposible pasar, al menos por ahora”. Aunque su inmersión estableció un récord por sí sola, ya que nadie había buceado en un sumidero cavernoso situado a semejante profundidad, el resultado no fue lo que esperábamos, pues buscábamos una continuidad profunda y extensa que llegara hasta la costa. Nuestra única opción para avanzar era investigar concienzudamente todas las aberturas con la esperanza de circunvalar el sumidero. Denis Kurta y Dmitry Fedotov hallaron el paso en una ramificación que descendía en pronunciada pendiente. Los equipos de los otros campamentos y en la superficie estallaron de júbilo cuando Yuliya Timoshevskaja transmitió la noticia.
Lo peor
Un sifón a 1,400 metros planteó problemas logísticos y de seguridad. Decidimos abrir una sección del angosto pasadizo, llena de agua y de cuatro metros de longitud, para reducir el nivel de líquido y destruir un techo lo bastante colgante para mantener abierto el pasadizo cuando el agua recuperara su nivel normal. El trabajo de ingeniería también nos permitiría atravesar la sección sin necesidad de bucear.
Durante varios días, el grupo de Nikolai Solovjev construyó una línea de 20 metros de largo utilizando segmentos de tubería plástica para drenar el agua del sifón. Después de algunos intentos infructuosos, el sistema empezó a funcionar con un repentino chorro que corrió hacia la caverna inferior, donde trabajaba otro equipo. Las inundaciones repentinas son una amenaza para los espeleólogos, de modo que teníamos cuidado de observar cualquier cambio en el agua. El alarmante sonido del chorro del sistema de drenaje causó pánico en el equipo que estaba abajo. Gennadiy Samokhin asegura que jamás olvidará la cara de Bernard Tourté cuando escuchó el amenazador ruido del agua que corría hacia ellos. Por fortuna, todos pudimos reír más tarde cuando se supo la verdadera causa de la inundación.
Lo más extraño
A mitad de la expedición, un grupo de tres mujeres –bien entrenadas, pero no muy experimentadas- fue a transportar suministros al campo desocupado situado a 700 metros de profundidad. Llegaron al lugar y durmieron un rato. Luego comunicaron a la superficie que iniciaban su ascenso, el cual demoraría entre seis y ocho horas. Se esperaba que hicieran un nuevo informe en el punto de contacto telefónico localizado a 500 metros de profundidad.
Después de no recibir noticias suyas en algunas horas, comenzamos a preocuparnos. Cuando transcurrieron ocho horas desde la comunicación inicial, la preocupación se transformó en angustia y enviamos un equipo, a cargo de Yuliya Timoshevskaja, para evaluar la situación y en caso necesario, iniciar operaciones de rescate. Yuliya llegó al campamento en un par de horas y encontró a las jóvenes durmiendo plácidamente.
Al parecer, cambiaron de planes poco después del primer contacto telefónico y decidieron descansar un poco más, pero como era más de media noche y no querían molestar con otra llamada la persona de guardia, se acostaron y quedaron profundamente dormidas –por lo menos hasta que Yuliya las despertó con un vocabulario algo airado.

















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